Crónica de un Día Diferente

Era 1996. Mi universo giraba alrededor de ese experimento social (la Universidad) en donde juegan contigo a que te dan responsabilidades, tú te estresas por cumplirlas, y al cabo de 4 años y medio te hacen creer --quizás sea éste el elemento más valioso del experimento-- que estás preparado para conquistar el mundo. Redacción Avanzada era una de esas clases aburridas que te imponen para "pulir tu capacidad de escritura." Nada qué ver con tu área de estudio, pero para poder salir con el "sello de calidad" de graduado de esa Universidad había que llevarla --nada como "sellar" a los educandos cual producto ensamblado en línea de producción industrial para emular la moda de cultura organizacional de la época. La de los 90's era el "Control de Calidad." La meta era producir graduados de homogeneidad robótica: Licenciados e Ingenieros ISO 9000

En medio de esta estructura de rígida monotonía, una tarea trivial. Escrito de 500 palabras donde usen verbos conjugados. No es broma. Las enseñanzas de cuarto año de primaria de la Profe Esther (tranquilos, no la asesina) serían utilizadas después de todo. 

Entonces, algo raro pasó. La tarea más ordinaria en la clase más aburrida de mis 4 años y medio de Universidad se convirtió en un vehículo para desalojar una espina que traía encajada muy hondo. No sé exactamente qué lo detonó. Dicen que la mente incuba ideas en el subconsciente por un tiempo largo, y elige escupirlas (hacerlas conscientes) en momentos en que estás haciendo tareas rutinarias y aburridas (por eso las ideas brillantes vienen en la regadera). El caso es que tomé un pedazo de papel en blanco y empecé:

Crónica de un Día Diferente

Era un día como cualquier otro, al menos en principio. De esos en los que te das cuenta que no pasarán cosas importantes: me había levantado, como siempre, con 25 minutos de anticipación a la hora de entrar a la escuela. Mi madre, en bata, taconeaba por toda la casa preparándonos el desayuno. Y yo me levantaba con sopor. Mientras, mi padre, regañándome, me decía que para esa hora la escuela ya habría empezado, y que si seguía así muy pronto reprobaría. 
Al llegar a la escuela, la misma monotonía: yo, pidiéndole a mis compañeros que me prestaran la tarea para copiarla; el maestro, con sus clásicas frases condenatorias como "espero que esta vez  hayan hecho la tarea." o "si me hubieran hecho caso, no estarían haciendo la tarea en clase." 

La verdad, en general pensaba que toda mi vida, y la de mis amigos, transcurría normalmente, sin dificultades. Es más: pensaba que era afortunado de vivir en un país como éste. 
De hecho me sentía como tocado por algo divino, cuando, por televisión, me daba cuenta de todas las dificultades que circundaban en el mundo, como guerras, revoluciones, hambrunas, asesinatos, luchas, malos entendidos, y nada de eso sucedía en mi país (al menos significativamente).
Pero ese día, tan monótono y simple, sucedió algo. Esa aureola divina por la que me sentía protegido se rompió súbitamente, abriéndome los ojos ante la realidad del país. Noticias alarmantes rondaban por todos los medios, levantando cualquier cantidad de comentarios. Unos dando poca importancia a los hechos, otros sentenciando al país a una vida como la de los noticieros, llena de problemas. Después, estos hechos despertarían en mi gran cantidad de sentimientos, desde temor hasta pavor.
Desde aquel día, voy a la cama triste, sabedor de que Dios nos ha quitado de su preferencia y nos ha convertido en un país como los que me entristecía ver en los noticieros. 

Habían pasado 3 años de eventos que convulsionaron el país. México se recuperaba de los espasmos provocados por el asesinato del virtual presidente electo y el levantamiento de una revolución armada

20 años después, a México lo sacuden de nuevo convulsiones que no veía desde aquél tiempo. El cáncer de la impunidad y la ausencia absoluta de estado de derecho en muchas zonas del país cobran con rabia una deuda que se emitió años anteriores, cuando la complacencia de una sociedad dejó que alguien más solucionara problemas que no vieron como suyos. Inútil señalar con el dedo a un sector de la población. Los políticos son producto de las sociedades que los educan y los eligen. Por mucho repudio que podamos externar por un presidente corrupto que llegó al poder impulsado por los medios de comunicación, la aplastante realidad es que la gente vendió su voto --a final de cuentas, muy de ellos-- y lo eligió. No hay soluciones fáciles, ni de corto plazo. 

Hoy, una nueva generación de jóvenes despierta para ver cómo esa aureola divina por la que se veían protegidos se rompe súbitamente. Hoy, millones viven día a día su propia Crónica de un Día Diferente.


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